¿Son los podcasts el underground mediático del entorno digital?

Muchas veces pienso que, igual que en los años 40 y 50 del siglo XX los comics o las revistas pulp llenaron un vacío con su universo narrativo alternativo, fantástico y fantasioso, a principios de este siglo, los podcasts están saciando el interés de muchas personas que buscan información, entretenimiento, conocimiento, etc. en el vasto espacio del entorno digital mediático.

Está claro que no son comparables ni por el formato y ni siquiera por los géneros o las temáticas (la realidad pesa mucho más que la ficción). Aunque si los observamos desde el punto de vista creativo y como tendencia de consumo de contenidos seriada, alternativa, que bordea el circuito de los medios mainstream y capaz de atraer a audiencias jóvenes, estas historias sí suponen “una pantalla de televisión sin interferencias ni color, sobre la que el lector podía expandir la imaginación más gloriosa que poseyera”, Peter Haining [refiriéndose a la literatura pulp].

Probablemente el podcast es ahora mismo el formato narrativo que mejor expresa la cultura digital actual, espejo de una subcultura underground que aún no ha llegado a la corriente principal y que va ganado popularidad entre una audiencia pequeña y leal. En este sentido, YouTube hace tiempo que ya es pop y habrá que ver qué sucede con la narrativa mashup, capitaneada por TikTok.

El podcast es uno de esos formatos que cabalgan entre la tradición y la modernidad, aunque subvierte esa radiogénesis. Si la Red funciona como “el no lugar” (Aparici y García Marín) y un mosaico inabarcable de imágenes, vídeos, opiniones y comentarios, el podcasting consigue su propio espacio diferencial, reflejando la eficacia y eficiencia de la comunicación digital, las relaciones horizontales y componentes emocionales, la idea de serendipidad y el modelo de producción binario profesional/amateur. Y porque además está plagado de las paradojas de la cultura digital, siendo global y conectando al mismo tiempo con audiencias hipersegmentadas; permitiendo crear una identidad individual a la vez de conformar comunidades y vínculos sociales, de religancia (Bolle de Bal); yendo más allá del imperio del narcisismo de la imagen para lograr sintonizar con humanidad y autenticidad a través de un intangible como es la voz; y empoderándose como un espacio de libertad en medio de un consumo cultural individual concentrado en plataformas.

Ojalá toda esta esencia se mantenga porque también pienso que, a la velocidad que va esto (Spotify, Amazon y Apple TV mediantes), los podcasts no van a tardar tantas décadas como los comics para saltar a la cultura de masas.

No recuerdo haber seguido nunca un partido completo de fútbol, ni en directo ni retransmitido o diferido, ni siquiera la copa de mundo de la selección. Pero muchas veces recuerdo cuando en la universidad jugaba al fútbol sala o en dobles al tenis, lo excitantes y divertidos que eran los entrenamientos por la noche y los partidos a media mañana, esos que siempre perdíamos y que acababan de cañas, porque la importancia radicaba en estar, luchar, hacer y ayudar a hacer. Llevo solo 6 meses viviendo en Podium Podcast, y sé que dentro de este mundillo es como estar la Champions League, aunque me siento como esos días universitarios, con esa pasión y esa alma.