“Tappers” y oyentes: los datos, los hechos y las historias
Es mediodía de un martes lluvioso de octubre y estoy en una habitación con una docena de universitarios estadounidenses hablando de cómo y para qué investigo sobre música urbana latina. Ahora que les veo las caras entiendo por qué cuando me avisaron me vino a la mente la investigación de Elizabeth Newton para su tesis que hizo hace tres décadas. Esta profesora de Standford realizó un estudio en el que dividía a los participantes en dos grupos: “tappers” y “oyentes”. A los “tappers” les daba una lista de 25 canciones súper conocidas, como “Happy Birthday to You” y “The Star-Spangled Banner”, y su tarea era golpear el ritmo en una mesa para que los oyentes adivinaran la canción, algo que predijeron que sucedería 1 de cada 2 veces.
Parece un tema simple, porque quien no reconoce el cumpleaños feliz o el himno de los Estados Unidos. Pero lo sorprendente del experimento es que de las 120 canciones, los oyentes solo adivinaron el 2,5%, es decir, tres canciones de 120. Podemos presuponer que ser oyente es el rol más difícil, porque solo con el ritmo y la parte técnica es imposible reconocer una melodía porque se pierden muchos planos sensuales y expresivos.
El experimento revela que es difícil ser “tappers”, porque al disponer del conocimiento (el título de la canción) es imposible imaginar lo que es para los oyentes escuchar toques aislados en lugar de una canción. Por tanto, lo que descubrió Elizabeth Newton es la maldición del conocimiento, una vez que sabemos algo, nos resulta difícil imaginar cómo fue no saberlo y se hace difícil compartir ese conocimiento con los demás, porque no podemos recrear fácilmente el estado de ánimo de nuestros oyentes.
Esta historia la suelen contar en las escuelas de negocios para que en los puestos de gestión y de project manager se eviten inferir contextos y se promueva la transparencia de la información. También enseñan que, si bien las imágenes son las más efectivas para simplificar una realidad compleja, las historias se convierten en los elementos ideales para transmitir un conocimiento porque nos obligan a emplear un lenguaje concreto y poner en el mismo plano de conexión intérprete y oyente.
A mí nunca se me ha dado bien contar historias. Siempre he sido más de visualizar los hechos, de crear metáforas y de escuchar los datos. Así que nunca estaré lo suficientemente agradecida a la producción de podcasts porque, entre las muchas cosas que he aprendido y disfrutado, ya siempre me llevaré en la mochila la importancia del relato y de la narrativa.
Volviendo a la clase y a cómo es mi proceso de investigación, cómo me convierto en “tapper” y doy “golpecitos”, me he dado cuenta de que esta es la faceta en la que más disfruto. A pesar de las rígidas metodologías y normas académicas, me siento libre investigando porque baso el estudio en tres pilares: los datos, los hechos y la narrativa para lograr rigor, foco y valor. Cada vez que empiezo un proyecto, estos son mis puntos de apoyo: los datos como el corazón de todo, pero si no los pongo en contexto y los convierto en una historia que conecte con la audiencia, no habré cumplido mi objetivo.
Cuando hice el estudio para el Informe del Observatorio Nebrija del Español sobre la expansión del español a través de la música urbana latina sabía que muchas personas aún ven con recelo el éxito de la música urbana latina, y les choca que esté tan presente en las listas globales. Pero, spoiler alert: los datos son contundentes. Este género no solo es popular, es un fenómeno mundial.
Los datos no mienten, pero hay que explicarlos
Para este estudio, analicé casi 200 listas públicas, homologadas y contrastables, porque lo importante era que cualquier persona pudiera verificar la información. Para mí, ver los datos no es una tarea complicada en sí misma, otra cosa es hacerlos entiender de forma clara y sencilla. En este punto me apoyé de hechos tan reveladores como el fenómeno global de Despacito, conocer que Gasolina fue la canción que transformaría el reggaeton, la actuación en la Superbowl de Shakira y JLo, la figura de Bad Bunny, etc., aunque lo poderoso eran estas historias, que sirvieron de contexto a los resultados de la investigación.
Las historias para contrarrestar la maldición del conocimiento
Por ejemplo, en el informe se hablar de la historia de la canción Gasolina tiene mucha épica, pero sus autores tienen una historia aún mejor.
Boston, Massachusetts, otoño de 2001: Francisco Saldaña, un cocinero dominicano en la Universidad de Harvard, recibe la llamada de uno de los pioneros del reguetón, DJ Nelson: “¿Quieres venir a Puerto Rico? Puedes ganar 5.000 dólares al mes”. Saldaña y su amigo Víctor Cabrera deciden dejar su trabajo fijo de 8 dólares a la hora para vivir de su pasión, convirtiéndose en productores musicales bajo el nombre de Luny Tunes. Así lo recoge Simon W. Vozick-Levinson en un artículo de The Harvard Crisom (2006), donde destaca que “trabajando desde su base en San Juan, Luny Tunes ha sido responsable de una gran parte de los éxitos que han impulsado el reggaetón desde los barrios de Puerto Rico a los principales mercados urbanos de los EE. UU”. Su historia refleja ese impulso migratorio y esa mezcla de la comunidad latina con el reguetón. Asimismo, se completa con la épica del éxito, porque tres años más tarde produjeron la canción con la que se harían famosos y con la que la historia del reguetón emprendió un nuevo impulso: “Gasolina”, del puertorriqueño Daddy Yankee.
Otra historia poderosa: Una niña de 11 años entona los versos del clásico de Bruce Springsteen Born in the USA [Nacida en Estados Unidos]. Ella es Emme Maribel Muñiz, la hija de dos de los artistas latinos más interna- cionales, Marc Anthony y Jennifer López. El momento se produce en el Halftime Show de la Super Bowl de 2020 en Miami, uno de los espectáculos musicales que concentra mayor interés y audiencia mundial. En ese instante, sobre el escenario, Emme está con su madre, que viste una capa de Versace con la bandera de Puerto Rico de un lado y la de Estados Unidos del otro, y canta Let’s get loud [Hagamos ruido] mientras Shakira toca la batería. La escena supone toda una declaración de intenciones: los 14:20’ de duración del espectáculo constituyeron una reivindicación tras otra, pues también tuvieron tiempo para invitar a dos de los artistas más destacados del reguetón. Al ritmo de I like it (el éxito de Pete Rodríguez en 1967) apareció Bad Bunny para interpretar, a dueto con la colombiana, el single Chantaje (en versión salsa) y Callaíta, mientras Jennifer López perreó al son de Qué calor / Mi Gente con J Balvin. En realidad, toda la actuación de JLo y Shakira podría considerarse como una expresión del orgullo latino y del empoderamiento femenino latino por parte de dos de las artistas, una puertorriqueña afincada en el barrio del Bronx de Nueva York y otra colombiana, que formaron parte del Latin Boom desde finales de los años 90.
Es interesante saber que cinco de cada 10 canciones en los tops globales de música en streaming están interpretadas en español, pero aún es más potente conocer los hechos y las historias de los artistas de este género musical.
“En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llamará oyente” (Han, en La expulsión de lo distinto (2022: 113).